Curar y contaminar: el dilema ambiental del sector salud frente al uso desmedido de plásticos
El sector salud se enfrenta a una paradoja urgente: mientras salva vidas, también contribuye a la contaminación ambiental. Una de las voces que ha visibilizado esta problemática es la de Jimena Ayala, médica mexicana y experta en salud ambiental, quien señala que los hospitales están llenos de productos de plástico de un solo uso que, aunque necesarios, generan residuos que terminan afectando la salud del mismo planeta que buscamos proteger.
Un entorno médico moldeado por plásticos desechables
Durante su residencia en pediatría, Jimena atendía a bebés prematuros en una Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales en la Ciudad de México. Al terminar cada guardia, reflexionaba: *“Todo lo que los rodea es plástico”*. Guantes, sondas, jeringas, catéteres… cada instrumento salvaba vidas, pero también generaba desechos con potencial daño a largo plazo.
El uso masivo de plásticos médicos, especialmente los que contienen DEHP (di(2-etilhexil)ftalato), un aditivo del cloruro de polivinilo (PVC), ha generado preocupación en la comunidad científica. Este químico es señalado como posible cancerígeno y disruptor endocrino, capaz de alterar el desarrollo hormonal y neurológico, sobre todo en poblaciones vulnerables como los recién nacidos.
El plástico en la medicina: de aliado a amenaza
Desde su llegada a los hospitales en los años treinta, el plástico se ha convertido en un insumo clave. Su auge se disparó en los años ochenta como respuesta a la crisis del VIH/SIDA, cuando los productos desechables se establecieron como estándar de bioseguridad. Sin embargo, esa dependencia hoy genera un impacto ambiental que ya no puede ignorarse.
El sector salud representa más del 4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Si fuera un país, estaría entre los cinco principales emisores del planeta. El problema no es solo la cantidad de residuos, sino también su tipo, manejo y destino.
El impacto ambiental de los plásticos médicos en América Latina
En América Latina se producen más de 20 millones de toneladas de plásticos cada año. En países como México y Chile, el consumo per cápita ha crecido de 7 kg a más de 50 kg desde 1980. Este aumento está directamente relacionado con una industria que depende del petróleo y el gas, generando emisiones desde la extracción hasta la eliminación final del producto.
Residuos hospitalarios: una carga invisible para el medio ambiente
Un estudio de 1997 de la OPS estimó que cada cama de hospital genera alrededor de 3 kg de residuos al día. De estos, solo 0.5 kg son peligrosos (como sangre o medicamentos vencidos), mientras que el resto se parece más a la basura doméstica. En total, se estima que en la región se producen más de 3,600 toneladas diarias de residuos hospitalarios no peligrosos.
El 70% de estos residuos se maneja de forma inadecuada, terminando en vertederos a cielo abierto o siendo incinerados, lo que libera dioxinas y metales pesados al ambiente. Aunque el plástico médico representa solo una fracción del problema, su diversidad y composición química dificultan su reciclaje.
¿Qué tipo de plástico usamos en hospitales?
Muchos insumos médicos están hechos de PVC (código 3), un material difícil de reciclar. Otros, como el polipropileno (código 5), tienen una menor carga tóxica y son más fáciles de reprocesar. Sin embargo, la falta de separación en el origen impide que se aprovechen adecuadamente estos materiales.
El tratado global sobre plásticos y la exclusión del sector salud
Entre el 5 y 14 de agosto de 2025, se celebra en Ginebra la sesión INC-5.2 del Comité Intergubernamental de Negociación (INC), el cual busca definir los términos del Tratado Global sobre Plásticos impulsado por la ONU. Aunque el borrador actual reconoce los riesgos para la salud humana, aún carece de mecanismos legales fuertes para garantizar acciones concretas.
La Red Internacional para la Eliminación de Contaminantes (IPEN) advirtió que el artículo 19 del tratado contiene un lenguaje débil, dejando el cumplimiento de medidas sujeto a la voluntad política de cada país. Esto representa un riesgo importante: el sector salud podría quedar fuera del tratado, lo que perpetuaría prácticas contaminantes bajo la justificación de la bioseguridad.
¿Es posible una medicina más sostenible?
El dilema no es eliminar los plásticos, sino usar solo los que son realmente indispensables y buscar alternativas sostenibles. Un análisis de ciclo de vida realizado en 2021 mostró que los instrumentos quirúrgicos híbridos pueden reducir hasta un 76% las emisiones de CO2 por cirugía. Además, estudios clínicos no encontraron diferencias significativas en tasas de infección entre dispositivos desechables y reprocesados.
La OMS y la FDA respaldan el reprocesamiento de insumos médicos siempre que se cumplan protocolos estrictos de limpieza, esterilización e inspección. Sin embargo, su implementación aún es baja en muchos hospitales debido a la falta de directrices claras y a la prioridad que se da al ahorro inmediato sobre la sostenibilidad.
Innovación, políticas públicas y voluntad institucional
La organización Salud sin Daño ha documentado experiencias exitosas en hospitales de América Latina que han logrado reducir sus emisiones y consumo de recursos sin comprometer la atención médica. Para escalar estos casos, es necesario que las políticas públicas generen incentivos reales para adoptar prácticas sostenibles.
La investigación en bioplásticos también avanza, pero enfrenta desafíos en cuanto a su durabilidad y toxicidad. Por otro lado, el reprocesamiento requiere recursos como agua, energía y químicos, por lo que se debe evaluar caso por caso para evitar impactos ambientales adicionales.
¿Qué se necesita para un cambio real en el sector salud?
La solución no es únicamente técnica, sino también política. Se necesitan regulaciones firmes que impulsen la innovación en materiales sostenibles y penalicen las prácticas contaminantes. Sin este respaldo, el cambio será lento y desigual.
Como dice Jimena Ayala: *“Acabo de salvar una vida con estos guantes. No sé cuántas vidas tomó que llegaran a mí. ¿Cuántas más se perderán al desecharlo?”*. La salud no puede seguir fuera de la mesa de negociación si realmente queremos un tratado global que proteja la vida en todas sus formas.
Conclusión: la crisis plástica también es una crisis de salud
La producción, uso y desecho de plásticos médicos plantea una de las grandes contradicciones del siglo XXI: curamos con lo que puede enfermarnos. Reconocer esta paradoja y actuar en consecuencia es una tarea urgente para gobiernos, profesionales de la salud y ciudadanía. No se trata de dejar de curar, sino de hacerlo mejor, cuidando también la salud del planeta.